El deporte más sublime

El deporte más sublime

Si tienen ocasión de ver la final por equipos de natación sincronizada en los Mundiales que se celebran en Japón, no se la pierdan. Fue esta madrugada, pero hoy La 2 y Eurosport darán las imágenes en diferido a las 11:00. Y por la tarde, un resumen. Verán al conjunto español. Sentirán orgullo de nuestro deporte. La natación sincronizada parecía años atrás exclusiva de países de otra galaxia. Como si quedara reservada a quienes tienen tan enorme potencial que no encontraran rivales en este mundo. Y entonces decían: "Pues ahora vamos a rizar el rizo".

La natación sincronizada es la perfección, es lo más sublime que se pueda encontrar en el deporte. O al menos eso me parece. Un buen atleta podrá entrenarse para ser un buen corredor, el mejor si se quiere, pero una nadadora de sincronizada, no. El día no tiene horas suficientes para que una veinteañera se entrene hasta lograr clonarse en otras siete por la sencilla razón de que la ciencia ha tardado siglos en clonar una criatura. Por eso, que un país dedique sus esfuerzos a dominar esta dificilísima especialidad le sitúa a un nivel superior. Y en él estamos nosotros.

Todo se debe al trabajo de Ana Tarrés. Cada día se encierra en el CAR de San Cugat con las niñas que recluta una a una en el club Kallípolis. Obviamente, cantera no hay. Ninguna niña va por la vida diciendo: "¿Yo? Natación sincronizada". Ana coge a sus chicas, memorizan la música hasta que no necesitan escucharla para saber qué hacer a cada segundo - debajo del agua no la oirán - y se pone a trabajar con ellas ocho horas al día. Hasta que alcanzan la excelencia. Entonces ganar o perder es cuestión de que la uña del dedo meñique quede fuera del agua. ¿Y eso qué nos importa?