Sangre de tortuga y 40 kilómetros

Sangre de tortuga y 40 kilómetros

Cuando las atletas chinas asombraron al mundo batiendo en el 93 todos los récords habidos y por haber en las distancias que van desde los 1.500 metros hasta la maratón, se dijo que era porque bebían sangre de tortuga y corrían 40 kilómetros al día. Lo de la sangre de tortuga, vale. No es algo extraño en China, donde la tortuga se vende incluso viva para comer, como las serpientes. Lo de correr 40 kilómetros, ya no es tan frecuente. La verdad, vista la orografía de China, con 20 serían más que suficientes. Tiene unas montañas que ni el Angliru y el Tourmalet juntos. Si hay alguien capaz de entrenarse allí, es Superman.

Decía Ma Junren, el entrenador, que se llevaba a las atletas a un lugar aislado, en las montañas, donde sólo era posible correr, comer y dormir, y que allí adquirían una resistencia descomunal. Una vez vista la Gran Muralla china, que salva en línea recta desniveles superiores al 30% sobre los que es difícil mantener la verticalidad, uno se imagina a las atletas corriendo por allí a todas horas. ¡Menudo centro de entrenamiento! Y, además, que lo mismo vale para un roto que para un descosido. Las velocistas adquieren potencia con las cuestas, y las fondistas, resistencia. Ayer, en la Universiada, les fue bien a todas.

Apareció Yanmei Dong en los 10.000 metros y la armó. Sólo en los últimos 500 metros sacó 60 a las japonesas que osaron atacarla. Llega a correr Dong, de quien no se sabía nada absolutamente hasta ayer, a ese ritmo toda la carrera y gana con 1.200 metros de ventaja, o sea, cuatro vueltas. Y otra que gana en 100 vallas, y una subcampeona en 100 lisos, otra en longitud... Alguien advierte que China ha recuperado la pócima mágica que perdió a raíz de que presentara su candidatura a los Juegos Olímpicos. Ahora que ya los tiene, ha rescatado del fondo del baúl la receta: sangre de tortuga y 40 kilómetros diarios. Aunque parezca mentira.