Esperando a la nueva Doble D

Esperando a la nueva Doble D

El Málaga juega a lo único que ahora mismo sabe: defender. Se italianiza a causa de la falta de recursos. Intenta atacar pero no puede, es un niño cojo en el patio de colegio. Suda, ríe, pero sabe que se le escapan los primeros. Mirará a los ojos a sus rivales cuando luche con las mismas armas: cuando Amoroso y Wanchope sean la nueva Doble D y les sobre combustible. Pero mientras se comprometen con la causa, ¿quién mata a los malos? Pues Ibagaza y Torres. Ya es evidente: el Málaga acudió al duelo en el Manzanares con pistolas de agua, aunque ayer hubo más lagunas en la elaboración del juego. Ya lo dice el profesor Manzano: Éste no es el Málaga que yo quiero, aunque tampoco estamos ahora mismo al completo. Año tras año, no hay un club en Primera al que le duré más la pretemporada. Mientras eso ocurra, la historia se fundirá en negro.

Pero hoy no hay que hablar del Málaga: ganó el Atlético. Y porque todo periodista tiene su corazón de entrenador, hoy me toca el turno de serlo. Ganó por Ibagaza, un virus inoportuno entre la defensa y la medular blanquiazul. Jugó delante de las barbas de los centrales e hizo un daño irreparable. Siempre libre, sin cadenas ni marcajes. ¿Quién lo tapaba? Antiguamente, un tal Romero. Háganse la misma pregunta pero cambien el sujeto por Colsa o Simeone. Esos correspondían a Leko y Miguel Ángel, pero estos últimos andaban más pendientes del virus argentino. Desbarajustes. Una autopista por la derecha para que Musampa sea internacional y un cero a la izquierda, con la versión más indolente de Duda. Se puede apelar al factor físico para justificar una derrota, como muchos han hecho y harán. Cierto. Pero eso sería contarles sólo media verdad.