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Un partido raro y la temporada en juego

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Un partido a puerta cerrada es algo extraño. He asistido a dos (de los dos hablaban algunos de sus protagonistas con Roncero en nuestra edición de ayer) y a la salida los jugadores me comentaron que habían vivido una sensación irreal. Hay algo de partido falso, de simple entrenamiento, en ese fútbol sin rugido de fondo, con el eco de los gritos, de los golpes al balón, del agudo pitido del árbitro. Unos jugadores se meten, otros no. Los que lo consiguen es a costa de un esfuerzo especial, porque se enfrentan a algo que parece simple, pero que no lo es. Se trata de algo que probablemente no les ha ocurrido en toda su carrera, ni les volverá a ocurrir.

En ese ambiente extraño se juega el Madrid la temporada. Los más optimistas empiezan a acariciar la idea de aquellas recientes champions ganadas con el equipo muy retrasado en la Liga. Esa esperanza, a mi juicio exagerada, depende de que el Madrid gane hoy. Si no es así, no quedará por delante más que esa Liga en la que galopa el Barça y la Copa, que pienso que García Remón ha hecho bien en cuidar, por si acaso. Parecerá algo, pero será demasiado poco. Este equipo fue concebido para las candilejas de la Champions, en cuyos últimos tramos le resulta imprescindible comparecer. Sin eso este proyecto no tiene sentido.

Un partido, y un partido raro, para jugarse la temporada. Así está el Madrid por culpa de un mal verano. Los problemas del equipo estaban diagnosticados pero el verano no sirvió para corregirlos. Hubo un lío entre el Valdano que se fue, el Butragueño que no terminaba de estar y el Camacho que pasó como un vendaval que dejó la casa sin barrer y 57 millones en el limbo. Ahora el equipo va a trancas y barrancas, con los defectos de antes (titulares muy titulares, suplentes muy desencantados, cantera muy seca y falta de medio centro) con el agravante de que ya irrita repetirlos. Ganar en Roma será al menos una patada para adelante. Pero perder...