Adiós a un torneo clásico

Adiós a un torneo clásico

El torneo de Navidad que organiza cada año el Madrid de baloncesto viene a ser como la carrera de San Silvestre de fin de año o el concierto de Año Nuevo. O, fuera de estas fechas, la Oxford-Cambridge, el Grand National y, a nuestro nivel, el descenso del Sella. Son manifestaciones puntuales, convertidas en tradicionales por su permanencia en el tiempo y porque se celebran siempre en las mismas fechas. En éstas llega el torneo de baloncesto del Madrid, quizá ya el último de su historia. Una lástima. Hizo mucho por el baloncesto. Lo peor es que, si desaparece, no se le echará mucho de menos. Lleva años agonizando. Un día dejó de tener sentido y nadie le ha intentado resucitar.

Cuando se inventó el torneo, el Madrid era quizá el mejor equipo de Europa, hasta del mundo pareciera pues de la NBA apenas se tenían noticias. Llegaba la Navidad y se invitaba a los más grandes clubes conocidos para que el Madrid midiera su potencial. Acudían niños y grandes, aficionados y entendidos. El torneo era una fiesta del baloncesto. Hasta que el Madrid, como cualquier otro equipo, comenzó a jugar 70 partidos al año, a enfrentarse no una sino hasta siete veces con sus rivales, a dejar de ser el mejor del continente, a tener problemas y escasa imaginación para cerrar el cartel del torneo de Navidad. Y este año, por no tener, carece hasta de cancha propia. En tales condiciones, esta edición suena a justa despedida.