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Cuando la fama no lo es todo

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La fama no lo es todo (para algunos). Lucas Alcaraz, que ahora hace carrera con éxito en Primera, cuenta siempre que él ya ha cumplido su sueño. Y no era entrenar en un grande, ni siquiera en la élite. Alcaraz tocó el cielo el día que se sentó por primera vez en el banquillo en Chapín con el Granada, su Granada. Pues a Antonio Tapia le pasa algo parecido. Para él no era una prioridad llegar donde está ahora. La caída en picado de Manzano le ha puesto ahí casi súbitamente. Pero estaba preparado. De hecho, él ya sentía que era un derecho legítimo entrenar al Málaga la temporada pasada, cuando Juande Ramos decidió dar el portazo y marcharse. Sin embargo, en el club no creyeron demasiado en él. Ahora han recurrido a sus métodos en una situación de urgencia. Y Tapia no se ha sentido agraviado. Al contrario, en 15 días ha sacado al equipo de la zona de descenso.

Lo primero que hizo Tapia fue preguntarle a sus jugadores cómo querían jugar para darle la vuelta a la situación. Pero que nadie se equivoque. Tapia no es Molowny. Es un verdadero castigo para el futbolista. Dos horas de vídeo, otras tantas entrenándose, otras tantas estirando... Pero lo mejor de todo es la corriente de ilusión que ha despertado en la ciudad. Tapia ha sido el nexo de unión entre el club y la afición, que se ve en él, empujando al equipo de su tierra. Porque aunque Tapia nació en Baena (buena tierra cordobesa), el equipo de toda su vida es el Málaga. Y lo que él quería era entrenarlo. Le daba igual en Primera que en Preferente. La fama no era para él. Pero le ha llegado. En esos casos ya sólo es cuestión de saber manejarla.