El Stielike que sedujo al Bernabéu

El Stielike que sedujo al Bernabéu

Gravesen entró en el Madrid con el pie derecho. Me lo comentaba el viernes un amigo con el que compartí en el popular gallinero las hazañas y desventuras de la década prodigiosa, la de la Quinta del Buitre: "Tomás, este Gravesen ya ha conseguido algo grandioso. El Bernabéu lo ha recibido como si fuese un crack y esas ovaciones no las ha recibido ni siquiera Ronaldo, al que pitan cuando no mete goles. Este danés está bendecido...". Leyendo la entrevista con su tocayo (y mío), a Thomas le legitima su pasión por el fútbol. Al no estar casado ni tener novia ha conseguido encauzar toda su pasión y afán de conquista hacia un estadio y una ciudad que lo tienen hechizado. Es un personaje. Durante la Eurocopa fue el jefe de Dinamarca. Su filosofía era aplastante: "Sólo pensaba en entrenarme y en dormir. Como me sobraba el tiempo, me dedicaba a ver los vídeos de los rivales".

Es normal que Luxa le haya buscado hueco en el rombo. Me cuentan que Salgado, Helguera, Samuel y Roberto Carlos duermen mucho mejor desde que este vikingo sin un pelo de tonto les resuelve tarea veinte metros por delante. Hace 25 años era Stielike el que asumía ese rol en este equipo, y pasado el tiempo fue Makelele el que se encargó de hacer la colada mientras que los galácticos se ponían el esmoquin para ir a la fiesta. Pero no se engañen. Ni es un ogro ni un cazarrecompensas. Gravesen toca con criterio la pelota, pierde pocos balones y cuando se incorpora al ataque sabe ponerla hasta donde el felino Kameni jamás soñaría en llegar. Es un fichaje con mayúsculas. Cuando vaya a los toros saldrá por la puerta grande. Buen tipo.