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Fue bonito mientras duró...

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El Madrid sufrió el segundo gran varapalo de la temporada. El anterior fue en el Camp Nou, aquella noche del 3-0 que anunciaba el cambio de un ciclo. Un equipo más joven, más rápido con más hambre, se llevó por delante al Madrid. Lo de anoche fue casi peor. La Juve de anoche no era el Barça refulgente de aquel otoño, sino un equipo hecho sólo de oficio y de la clase de Ibrahimovic, al que le falta marcar más goles para ser un verdadero genio. Ante esa Juve el Madrid tenía una oportunidad, porque no es un equipo que arrolle. Pero a este Madrid se le ha caído el tiempo encima, y la corta renta del Bernabéu se esfumó en un partido que manejó la Juve.

Los años pesan. Varios de estos jugadores ya han dado sus cincuenta mejores partidos y están en franco declive: Roberto Carlos, Figo, Zidane, Raúl... Beckham es lo que es, no tiene las soluciones que aquellos otros sí tenían. Queda Ronaldo, aún cerca de su mejor versión, que se ha quedado como único argumento ofensivo del Madrid para estas grandes ocasiones. También está envejecido el equipo en sus hábitos de grupo. Hay un temor reverencial, casi supersticioso, a dejar fuera a alguno de los galácticos para dar entrada a Guti, cuya suplencia es una injusticia clamorosa cuando se ve la aportación a día de hoy de Raúl, Figo y Beckham.

Algo queda, pero da para lo que da. Para haber llegado hasta ahí, a trancas y a barrancas. Para veinte minutos buenos al principio de la segunda parte. Para estar segundo en la Liga española. Pero el equipo que fue ya no está, sino un porcentaje cada vez menor de aquello. Ya se veía el año pasado, pero el club perdió el verano con fichajes que no remediaban la situación, sino que le añadían un pintoresquismo absurdo a esta decadencia. Ahora hay que hacer la tarea de dos años: desmontar esa catedral, y traer jugadores nuevos para hacer un equipo nuevo que sustituya a este fatigado grupo, que tantas ilusiones convocó, que tan pocas despierta ya.