Sobre codazos, árbitros y truculencias

Sobre codazos, árbitros y truculencias

Hace tiempo que vengo lamentándome de la permisividad de los árbitros con los codos que los jugadores lanzan a pasear en las disputas aéreas. Enmascarados en movimientos de equilibrio en el aire, de protección, de acompañamiento del cabeceo, cada vez son más los jugadores que sueltan codazos. Peligroso. Muy peligroso. Los puntapiés sacuden por abajo y pueden producir fracturas, pero en zonas no vitales del cuerpo. Los codazos sacuden en la cabeza, donde tenemos todo lo necesario para pensar, para ver, para respirar, para comer... Y el codo es un percutidor duro y agudo, que aplicado con violencia puede hacer un gran destrozo.

Hace tiempo también que todos venimos observando un odioso cultivo por parte del Sevilla del juego duro. Lástima, en un club admirable por tantos otros méritos. Pablo Alfaro ha pasado por multitud de equipos, pero sólo ha sido acogido como bandera allí. Junto a él se ha asilvestrado Javi Navarro, el autor de la última fechoría. Ahora verá que no hace falta que haya enfrente un galáctico para que se forme la gorda. Ahora verá que esas cosas no se pueden hacer. Y una reflexión para el Sevilla: hace muchos años el Granada se creó una leyenda de terrible, a la que el Sevilla se está acercando peligrosamente. Y miren ahora dónde está el Granada.

Escuchar ayer las declaraciones de Javi Navarro no fue nada edificante. Sabe mal su terquedad, su defensa de un modelo de fútbol desagradable y dañino. Y ahora nos encontramos de bruces con el defecto del sistema de administración de justicia de nuestro fútbol. Siguiendo los antecedentes, Javi Navarro no debería ser sancionado. El Comité, en casos similares, ha argumentado que no cabe rearbitrar el hecho ya juzgado. Pino Zamorano vio la acción y la sancionó sólo con tarjeta amarilla. Esa es la otra cara del problema: estos árbitros desastrosos que enseñan tarjetas por cualquier protesta y que son incapaces de perseguir los malos instintos.