El amor como antídoto

El amor como antídoto

Mi experiencia como futbolista, completamente amateur y totalmente frustrada, me enseñó a tratar al recio defensa del equipo contrario: a mayor rudeza, mayor cariño. Y es que el central que amenaza con romperte las piernas no es más que un gran tímido. Por tal motivo conviene mostrarse efusivo con él incluso antes de que comience el partido (único momento en el que es posible acercarse sin correr peligro) y no hablo ya de un simple apretón de manos, sino de un sentido abrazo del que le cueste desprenderse. El objetivo es tanto humanizar al rival como que el rival te humanice a ti, de modo que se apiade cuando le asalte la primera pulsión. Experimentos semejantes se han hecho, por ejemplo, con tigres y orcas, debo decir que con suerte dispar.

Recomiendo pues a Ronaldo y Antoñito, y especialmente a Owen y Navas, amor. Al contrario de lo que otros piensan, Javi Navarro, Samuel o Pablo García no son sino muchachos temerosos que usan el ataque preventivo como método de defensa propia. Grandes tímidos, al fin. Centinelas con exceso de celo. Pero trozos de pan a poco que se profundice. De ahí la importancia de que el abrazo previo no dure menos de dos minutos. De reloj.