No se puede ser guapo... ni feo

No se puede ser guapo... ni feo

El guapo, si es de nuestro sexo, despierta inmediata desconfianza, que es envidia disfrazada. El asunto cambia si la hermosura pertenece al sexo contrario (casi siempre muy contrario), en cuyo caso nos abandonamos a la belleza ajena con la esperanza de que ella se abandone a nosotros. Lo que trato de decir es que Daudén jamás hubiera amonestado a Esther Cañadas, en todo caso la hubiera reprendido cariñosamente, y lo que es seguro es que jamás la hubiera expulsado por aplaudirle, pues la culminación de cualquier sueño machista, es que ella, encima, dé palmas. Sin embargo, basta la sustitución de la guapa por un guapo para que el juez sexista considere al reo culpable de gravísimos cargos, como mofarse de la autoridad y ponerse mechas que le quedan bien. Esa es la única razón que se me ocurre para que el colegiado no sancionara la burla de Albelda: las mechas le quedan mal.

Así que es muy posible que Pablo García tenga razón al apuntar que el único pecado de Beckham fue ser "lindo y rubio", porque si la belleza ya es irritante, el pelo que tiende al amarillo resulta de todo punto insoportable. Además, con la defensa de su compañero, el uruguayo, muy hábil, también salía en defensa propia, pues él se siente perseguido por los árbitros pese a no ser guapo y lucir una melena negra como el hollín. Debe pensar García que si ni siendo feo se pueden dar patadas corremos el riesgo de convertir el fútbol en un deporte de señoritas, gol de Esther Cañadas y Daudén que corre a abrazarla.