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Quedan dos años para lo desconocido

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En 2008 tocan Juegos Olímpicos en Pekín, Beijing (dicen ellos): China. En las condiciones actuales del país mayor y más poblado de la tierra, esos Juegos se presentan como un viaje no sé si al Corazón de las Tinieblas, pero al menos, con rumbo desconocido. Lo que estén haciendo ahora los deportistas chinos, ellos sabrán: su natación y su atletismo trabajan duro, sobre todo en saltos de trampolín y palanca y las especialidades de fondo. En baloncesto, ya saben: Yao Ming y unos cuantos más. Pero uno, que acaba de regresar de diez días en Shanghai, ha visto ciertas cosas que le mortifican: al 90%, la peña no sabe inglés, ni ningún otro idioma extranjero. Las líneas telefónicas funcionan como las de España en los años 70. Las aglomeraciones encogen el corazón. En Pekín, Beijing, ya aplican programas incentivados de inglés, pero desconfíen: los chinos que aseguran saber inglés, donde debieran decir "mozzarella", dicen algo así como "majalela".

Durante la Masters Cup de Shanghai, a veces, no se podía contactar por teléfono ni desde las líneas directas de las habitaciones de hotel. Buena voluntad, poca modernidad. Las exhibiciones mañaneras de tai-chi en los parques vendrán bien a los estresados periodistas occidentales. Los españoles, ni se van a estresar, ni harán tai-chi: buenos son. Fin. Nota del autor: Shanghai es la unión de dos palabras: "Shang" y "Hai". Significa "Sobre el Mar": el lírico estuario del Yangtzé. O sea, que escribir Shangai es más disparate que majalela.