"Él ha sido quien nos ha traicionado"

"Él ha sido quien nos ha traicionado"

En algo coinciden los cónclaves del Vaticano que eligen Papa y los cónclaves mundanos que eligen ciudades-sede de los Juegos Olímpicos: en que los carísimos votos son secretos, y a ti te encontré en la calle. Poco después de la elección del Cardenal Ratzinger como Benedicto XVI, también se habló de siniestras conjuras cardenalicias para colocar en la Silla de San Pedro al ex miembro de las Juventudes Hitlerianas, con derrota sospechosa de cierta opción progresista latinoamericana. Y, ¿quién podría demostrarlo...? Ahora, hablar es muy fácil para el israelí Gilady, pero en puridad, ¿quién podría saber qué y a quién ha votado exactamente Gilady, o ese desdichado griego, o Alberto de Mónaco...? Gilady es el mismo a quien en la noche de cuchillos largos de Singapur se señalaba directamente con el dedo por miembros de la candidatura madrileña bajo esta acusación insigne: "Él ha sido quien nos ha traicionado". Entonces no era Gilady, sino Judas Iscariote. Y ahora, ¿quién es y qué papel representa? ¿Resulta creíble?

Ni con declaraciones de últimas voluntades ante notario me creo yo nada en una votación de éstas, ni en el Vaticano, ni en el Comité Olímpico Internacional: en media hora de frenesí pueden volar cerdos salvajes y sobres como dinosaurios sobre los cielos de Roma y Singapur, y sobre la mismísima Capilla Sixtina. La elección de Salt Lake City para 2002 fue el escándalo padre: algún despechado se fue de la lengua y se supo. ¿Tan rápido se ha limpiado esto? Feliz Navidad, Mr. Coe.