La última de las grandes travesías

La última de las grandes travesías

El catastrófico y dramático regreso del capitán Scott tuvo consecuencias inmensas que han llegado a nuestros días. La muerte de aquellos cinco esforzados hombres al regreso del Polo Sur fue como un mazazo en la conciencia de la opinión pública británica y mundial que, en gran medida, estaba influenciada por los periódicos ingleses. La derrota de Scott hizo brotar el orgullo de británicos que reaccionaron frente al noruego Amundsen (el vencedor en aquella carrera por llegar al polo) y su despiadado trato con los perros, convirtiendo el fair play en una seña de identidad en las posteriores empresas de aventura en el Himalaya y en las regiones polares.

Gracias a esa derrota, también surgiría el Everest como "el tercer polo", se cuestionarían las botellas de oxígeno y se pondrían las bases de las grandes aventuras en el Himalaya. Pero además ese orgullo británico humillado haría inventarse a Ernest Shackleton (colaborador y competidor de Scott) la que denominó como "la última de las grandes aventuras terrestres": atravesar la Antártida de lado a lado. En opinión de este gran aventurero esa hazaña le correspondía realizarla al pueblo británico por los sufrimientos y los esfuerzos realizados por ellos en la Antártida. Sin embargo, a pesar de la gigantesca voluntad de los hombres liderados por Shackleton, que estuvieron presos de los hielos durante más de dos años, ni siquiera llegaron a pisar el continente blanco. Aquella idea de los británicos quedó en el olvido hasta que un día de hace unos años mi buen amigo Ramón Larramendi me la comentó al regreso de nuestra expedición al Polo Norte. Era, sobre el papel, una aventura "imposible" pero, precisamente por ello, nos pusimos a trabajar. Cuando ayer me llamaron mis amigos desde el barco ruso que los trae de vuelta a casa la emoción entrecortaba nuestras palabras. Sólo nosotros sabemos lo que ha supuesto sacar este proyecto adelante en toda su magnitud. A ambos lados del océano corrían las lágrimas entremezcladas con los brindis. Al despedirme sólo fui capaz de decirles a mis amigos: ¡Brindemos por Scott!