Instalados en la anomalía

Instalados en la anomalía

Cuando el malogrado profesor y alcalde, Enrique Tierno Galván, dijo aquello de "bienvenido sea el caos, porque es síntoma de libertad", malicio que ni por asomo podía imaginar que, al cabo de los años, el fútbol español fuese el colectivo más aplicado. Aunque por el carril contrario. Confundiendo desembarazo por licencia para ignorantes del sonrojo y circulando por la senda de una cutre osadía. Ni siquiera llega a un caos estéticamente digerible. Y pasa que la libertad, desnuda. Y en el escaparate del desabrigo, presuntos trincones y/o malversadores, incompetentes profesionales y ventajistas siguen en primera línea y llevando la manija. Menos mal que el tiempo previene que todo suceda a la vez, pero en este asunto las dosis se suceden con imprudente frecuencia.

Recién cumplidas dos décadas de su ausencia, imagino al viejo catedrático perplejo ante tanta insolvencia. Los principales rectores federativos, imputados en un juzgado; la Liga de Fútbol Profesional al borde de la suspensión de pagos; el Tribunal de Cuentas reprendiendo al Consejo Superior de Deportes por no controlar adecuadamente las subvenciones a la Federación Española de Fútbol; los Comités de Competición, Apelación y Disciplina Deportiva jugándose su credibilidad a la ruleta rusa; el colectivo arbitral -rectores y mayoría de trencillas- desafiando al mismo tiempo a la sensatez y al intelecto. Anomalía como norma de conducta. "El poder es como un explosivo: o lo manejas con cuidado, o estalla" (Enrique Tierno Galván). Cuerpo a tierra.