El martes se vio al otro Llaneza

El martes se vio al otro Llaneza

Nada más acabar el partido contra el Arsenal, me encontré a José Manuel Llaneza saliendo de El Madrigal. Tenía la mirada perdida entre la multitud. Creo que, en ese momento, él no era consciente de hacia donde iba ni qué era exactamente lo que quería hacer. Bajó las escaleras, se acercó al cordón policial y volvió a mirar con gesto cómplice a los aficionados. En ese instante me di cuenta de que estaba abrumado. Y no deja de ser curioso porque lo que a la mayoría le pedía el cuerpo era irse a llorar la derrota a casa. Sin embargo él bajó hasta la gente, miró hacia delante y, en un gesto instintivo, se puso a gritar "¡Villarreal, Villarreal!" al son de sus seguidores. No sólo quería descargar la tensi también quería agradecer el apoyo a su gente.

La gente que le conoce bien dice que ése es el Llaneza de verdad. Yo, que conozco a ése, pero también a otro Llaneza bastante más correctamente distante, me quedé sorprendido de la reacción que tuvo en ese momento. El agradecimiento es un gesto humano que define a las personas. Que nadie se equivoque, no nos hace mejores, nos hace simplemente personas. Desde hace semanas, el Villarreal está recibiendo un aluvión de agradecimientos, porque ha hecho sufrir y disfrutar a millones de personas, la mayoría de fuera de Castellón. Y ése ha sido el gran éxito de este equipo: que, sin pretenderlo, se ha convertido en el segundo equipo -o el primero- de muchos aficionados. De aquí y del otro lado del charco. Ahora hay que aprovecharlo.