En la primera parte descubrimos que el que más grita en Inglaterra es Gerrard que tiene un tono de voz más bien agudo; que cuando no canta nadie en un estadio con techo cerrado se oye hasta a los jugadores; que la hinchada inglesa cada vez es más silenciosa; que el juego de los suyos no invita a cantar; que si se echaba una cabezadita no pasaba nada; que había miedo a jugar, a arriesgar, y mucha humedad. Que la afición estaba harta de lo conservador que es Eriksson y que éste podría ser el seleccionador surafricano en los próximos días.
En la segunda aprendimos que Gerrard está desquiciado y no sabe de qué juega; que a Lampard le superó la ansiedad; que Inglaterra decidió jugar al trote olvidando que a Portugal le iba bien; que sólo Rooney y Ronaldo conseguían superar el sopor; que Beckham tiene mala suerte en grandes torneos; que Rooney lleva equipaje (personalidad volátil) y que si no se juega con él, su frustración es peligrosa. También que Inglaterra se libera cuando está acorralada y tuvo mejor pinta con diez. Finalmente que Eriksson enseñó a defender a Inglaterra, pero por el camino logró hacerle olvidar su identidad. Y así tampoco ganó nada.