En Valencia recuperó la alegría

En Valencia recuperó la alegría

Le faltaba un punto de alegría. Entrenaba bien, se movía con ganas sobre el césped, sirvió incluso para elevar el nivel de exigencia de la plantilla y hasta del club: "¿qué me vas a decir ahora?" le soltó Rafa Benítez a Steven Gerrard cuando se cruzaron por los pasillos de Anfield el día que Nando fue presentado. El capitán se quejaba en privado de la falta de calidad de sus compañeros y Rafa le decía así a Gerrard que las cosas iban a ir por ese camino (por el de la calidad, la experiencia, el gol).

Pero a Nando le faltaba algo. La afición presumía de tener al mejor delantero de la Champions League y estaba dispuesto a esperarle lo que fuera necesario, pero el delantero regresaba a casa sin necesidad de pararse a departir con la prensa, sin la prisa que da saber que te esperan amigos a comer, sin la posibilidad de bañarse en sol y luz, con la sospecha de que él disfrutaba de su nuevo equipo, pero que quizá no toda la familia Morientes compartía el mismo entusiasmo.

Y encima (o posiblemente por ello) no llegaban los goles: había, pues, que regresar a casa. Una cosa sí gano Morientes con su paso agridulce por Liverpool: recuerdo haber charlado con él a su llegada y sacado la conclusión de que detrás de su contagiosa sonrisa se escondía una persona cansada de cambios, necesitada de cariño... harta del fútbol, para sar sinceros. Un tipo muy quemado, vamos. El que volvió a España es un delantero hambriento de éxito.