Todos cumplimos años

Todos cumplimos años

Llega un momento en que nuestra distancia con los jóvenes se reduce peligrosamente, peligrosamente para ellos, se entiende. Sucede, por ejemplo, cuando los niños de ayer cumplen 30 años. Entonces, sobre el abismo generacional, se tiende un puente. Hay quien piensa que cuando lo cruzas ingresas en el club de los adultos, pero no es cierto. Los adultos no existen. Son niños arrugados, tan listos o tan tontos como lo eran en el recreo. La madurez no es otra cosa que reaccionar más lento y en algunos casos tener más dinero, que antes eran donuts o cromos, los accesorios del repelente. Y eso, la lentitud, aporta ciertas ventajas a quienes tienen una personalidad, digamos, disparada. Como Guti. Su talento es el mismo que cuando debutó, inmenso, pero su carácter se inflama menos. Y mejora el conjunto. Esa es la única forma de pasar de rebelde montaraz a capitán general. Con los años.

Guti cumple mañana 30 años y Raúl doce temporadas desde su debut; su siguiente récord, el más increíble, será la treintena, el próximo junio. Cielos, Raulito. Parece que fue ayer. Nos crecen los chicos y nuestros ídolos de juventud son ahora entrenadores con barriga, de ánimo templado y simpatía arrebatadora. Ay, el tiempo. Cómo explicar a los sobrinos que ese entrenador del Getafe fue un día el Dios del Trueno o que Rijkaard el manso trabajó como ingeniero militar en el mejor equipo que recuerdo. No lo creerían. Pero lo verán. Un día, cuando menos lo esperen, cruzarán el puente. Con suerte.