Puskas no fue un grande, sino dos

Puskas no fue un grande, sino dos

Santiago Bernabéu tenía instinto. En verano de 1958 Puskas tenía 32 años, llevaba ya casi dos sin jugar y le sobraban doce kilos. No obstante, le fichó. Seguía creyendo en el potencial de aquel delantero que en 84 partidos con la selección húngara (el terror de la época) había marcado 83 goles. Carniglia, el entrenador de turno, no lo veía, y rezongaba. Cuando por fin fichó, el encargado de decírselo al entrenador fue el gerente, Antonio Calderón: "El presidente ha firmado a Puskas". "¿Ah, sí. Y qué hacemos con su barriga?", protestó Carniglia. "La barriga se la quita usted", le replicó Calderón con sencillez.

Su llegada no fue fácil. El Madrid había ganado tres copas de Europa consecutivas y era un grupo cerrado. Mateos veía amenazado su puesto por el húngaro. Muchos esperaron al primer entrenamiento con cierta malicia, esperando verle fracasar. Pero al final del mismo, Di Stéfano dictó sentencia: "Este tipo toca mejor la pelota con el pie que yo con la mano." Y se acabó el debate. Nueve años después, Puskas se marchaba del Madrid con 236 goles en 261 partidos. Cinco ligas, cuatro pichichis, tres copas de Europa, una Intercontinental. En una final de Copa deEuropa cuatro goles, en otra, tres...

Eso tras una carrera, en el Honved y en Hungría, que ya le hizo ser considerado el mejor del mundo mediados los cincuenta, y que acabó cuando los tanques rusos tomaron Budapest, y él se exilió. Chaparro, progresivamente más gordo, no tenía un aire que impresionara. Pero poseía un sprint corto demoledor y una precisión con la zurda inigualable. Y entendía el juego como nadie. Yo le tengo por el único de la historia que empalmó dos carreras sucesivas, con cualquiera de las cuales hubiera sido un grande. Era, además, un buen tipo. Sí, eso se dice siempre. Pero en este caso nadie podrá discutirlo.