Conservaba un hilo de esperanza, pero confieso que insignificante. Sólo el corazón me decía que Pedro de la Rosa sería piloto titular de McLaren en 2007, porque la lógica, la coyuntura y la enorme trastienda de intereses de la Fórmula 1 me hacían estar convencido de todo lo contrario. Lamentablemente no me equivocaba. Hamilton será el compañero de Alonso por muchas más razones que las puramente deportivas. Porque éstas, en realidad, no existen. Es cierto que Pedro no tuvo toda la suerte de cara durante su sustitución a Montoya para demostrar de lo que es capaz, pero menos aún se conoce el potencial de la primera perla negra de los grandes premios. El protegido de Ron Dennis será sólo una incógnita más en un año repleto de ellas para la escudería británica.

Porque la F-1 es mucho más que simples carreras. No es que el deporte quede en un segundo plano, pero casi. Por eso no me entraba en la cabeza la ecuación de un coche inglés, propulsado por un motor alemán, con neumáticos japoneses, grandes patrocinadores multinacionales y dos pilotos españoles. Todos los huevos en la misma cesta. Imposible, como hoy ya sabemos. Lo siento por De la Rosa y por Alonso. El primero se queda sin el volante soñado y lo merecía como el que m y el segundo pierde a un experto y disciplinado compañero, que le habría sido de gran ayuda en su proceso de adaptación. Pero McLaren, sus patrocinadores y hasta el mismísimo Ecclestone necesitaban una nueva figura mediática y ya la tienen. Veremos si no se arrepienten.