Edurne coronó el Broad Peak

Edurne coronó el Broad Peak

Ojalá que al leer estas líneas nuestros compañeros hayan regresado al campo base del Broad Peak y se encuentren disfrutando de la cima del que ha sido el noveno ochomil de Edurne Pasabán y el catorce de Iván Vallejo, amigo ecuatoriano. También hicieron cima Hassan, nuestro porteador de Hushé, y Asier Izaguirre y Ferrán Latorre que ha subido la cámara. También José Ramón Aguirre hizo un vuelo espectacular desde los siete mil metros, logrando acercarse a las laderas del K2. El resto tendrá su oportunidad en unos días. Ojalá se encuentren exhaustos pero con ese brillo en los ojos que te proporciona la alegría sólo unos pocos días de tu vida, en los que el mundo te pertenece y piensas que merece la pena vivir sólo por haberlo vivido. Si usted está leyendo AS a la hora de la comida, en el Broad el sol estará comenzando a declinar. Es posible que mis amigos saquen la cabeza de la tienda para ver dorarse la pirámide del K2, esa montaña enigmática, pensará Edurne, cincelada con la perfecta regularidad de un diamante, que hace tres años estuvo a punto de exigirle todo y al final se contentó sólo con dos dedos de sus pies. Y los diez de Juanito.

Sabemos que fue generosa porque nos pudo salir mucho más caro. Edurne recordará su duro y dramático descenso. Ojalá éste haya sido mucho más llevadero y el recuerdo de la cumbre sea menos amargo. En realidad el Broad Peak es uno de los ochomiles menos difícil y peligroso. Eso en el Himalaya apenas quiere decir nada. La ascensión de ayer les costó casi doce horas de subida y ocho de bajada. Un ochomil nunca es fácil.

Arriba, pasados los siete mil metros, la montaña nunca te pertenece. Es el alpinista quien está preso de los caprichos de la montaña, del tiempo, del frío y del destino. En el horizonte habrán visto una infinitud de montañas, muchas sin nombre, sin haber sido escaladas o siquiera visitadas. Es como un mar de cumbres que se pierde en el horizonte hasta donde alcanza la vista. Kurt Diemberger, un pionero de este ochomil, hace ahora cincuenta años, dejó escrito un texto estremecedor que puede resumir los encontrados sentimientos: "Arriba nunca sabes cómo va a acabar la cosa. Todos somos prisioneros del poder de un ochomil. A la alegría de estar en un lugar excepcional, se mezcla, como una amenaza, la sensación de que cualquier cálculo humano aquí no tiene razón de ser. Te asalta una mezcla de alegría y temor, no hay palabras para describirlo". Ojalá lo estén disfrutando.