Fui muy crítico con Valverde cuando decidió poner fin a su etapa en el Athletic. Uno no entendía que se tirase del tren en marcha, cuando dos años antes alguien (Zubizarreta) había acertado a darle un bonito equipo, puesto en la vía por Heynckes tras descarrilar el último año de Luis Fernández y el primero y único de Rojo. Fue un regalo llovido del cielo al que un técnico sin experiencia puso el lazo adecuado. Ahí quedan el 1-7 de Lieja y la semifinal copera del Athletic ante el Betis, en la última vez en que Doblas ha parecido imbatible en el fútbol. Txingurri supo salirse del fuera de juego, como en el campo, y marcharse de Bilbao a tiempo, con posibilidad de retorno. Los despropósitos posteriores le han dado la razón. Su crédito es ahora mucho mayor. Lo logrado en el Espanyol, donde supo sortear un clima aún peor, es una pasada. Volverá al Athletic cuando quiera. Si no se lo lleva Inglaterra o un club de Champions.

De momento está en una entidad que le permite hacer muy bien las cosas, combinar ese gusto por los futbolistas técnicos sin dejar de lado la cantera. Aunque Tamudo es la bomba y Luis García y Riera los que la encienden, que nadie dude de que Jarque y Moisés, sus dos grandes apuestas de la casa, son los que dan el criterio al fútbol made in Valverde. El Espanyol es hoy un espejo para el Athletic.