Bajo la pólvora y las estrellas

Bajo la pólvora y las estrellas

Francisco Orellana, Cabeza de Vaca, Sarmiento de Gamboa, Jorge Juan, Ladrillero, Legazpi, Cortés de Ojea, Andrés de Urdaneta, Alejandro Malespina, Cosme Churruca... No, no es un callejero, ni el listado de las estaciones de una línea de metro. Son los nombres de un puñado (pequeño, obvio es decirlo; podrían añadirse bastantes más) de grandes marinos y exploradores españoles que con sus navegaciones, estudios y aventuras ensancharon el mundo y lo hicieron más comprensible para las generaciones futuras. Un regalo impagable al que hemos correspondido con un generalizado olvido relegándoles, en el mejor de los casos, a figurar en una placa de una esquina o con una estatua en su pueblo natal.

La mayoría sufrió los males exagerados de un país condenado a repetir su historia a fuerza de olvidarla. Muchos sufrieron destierro, otros persecución y casi todos olvido. Nadie les agradeció su inmensa tarea, y cuando en Inglaterra nombraban caballeros a sus corsarios en España metíamos en la cárcel a nuestros mejores hombres. Aunque no siempre es así. O no queremos que siga siendo así. En la medida de nuestras fuerzas, algunos estamos empeñados en rescatar su ejemplo y su memoria. El otro día Forges llamaba la atención, desde su viñeta diaria en El País, sobre el aniversario del nacimiento -en 2008 se cumplirán los 500 años- de Andrés de Urdaneta, un agustino vasco que también fue matemático, escritor, navegante, político, militar y geógrafo. Gracias a él, el logro de Legazpi y sus compañeros de expedición al colocar las banderas de Felipe II en las Filipinas se completó con éxito, pues gracias a su pericia y conocimientos lograron regresar con bien al continente americano, asentando lo que luego se convertiría en un fértil camino de comercio y exploración por el Pacífico que fue durante doscientos años un vasto terreno de juego español. Porque regresar, fijar la ruta, era lo verdaderamente complejo en aquellos tiempos. Aunque puede que un poco menos complicado que quitarse de encima el polvo espeso del olvido y el desinterés que hoy les oculta.

Olvidar a estos hombres es olvidar su ejemplo, que es tanto como decir olvidar la historia del progreso de la humanidad, del ensanchamiento de nuestros horizontes de la búsqueda del conocimiento y de la ciencia como caminos para mejorar nuestra vida y la de nuestros compatriotas. En estos tiempos en los que se habla de la calidad de nuestra educación -informe PISA mediante- y de mantener sana y activa la memoria histórica, bien podríamos recuperar a estas figuras que fueron hijas de su tiempo, no lo olvidemos, lo que les obligó a saber batirse entre nubes de pólvora al tiempo que buscaban caminos con la guía de las estrellas.