Agarrados al instinto de Oliveira

Agarrados al instinto de Oliveira

Ausente Diego Milito, con una inflamación de caballo en su tobillo izquierdo, el zaragocismo se agarra a Ricardo Oliveira como un clavo ardiendo. También a Sergio García, el tercer mosquetero, que puede volver a jugar cerca del área. Pero sobre todo a Oliveira. El brasileño sabe lo que se espera de él en el partido a vida o muerte frente al Recreativo y no rehuye la responsabilidad. Todo el mundo le pide (le suplica más bien) que mañana sea el ejecutor del Recre y que afile a un equipo que lleva cinco meses sin jugar a nada. "Vas a meter dos goles", le dijo ayer un aficionado en la puerta de la sala de prensa de la Ciudad Deportiva. Oliveira, siempre sonriente, lo miró muy serio y le lanzó después un guiño de complicidad. Se lo han dicho tantas veces desde ayer al mediodía, cuando se supo que Milito iba a estar fuera de combate, que Oliveira no puede fallarles. Éste debe ser su partido, su día. El principio de la resurrección de un equipo que se viene muriendo lentamente desde el 5-0 de Sevilla.

El escepticismo crece, pero nadie se rinde aún y la afición se prepara para impulsar al Zaragoza hacia la victoria. Otra vez se llenará La Romareda y otra vez se anuncian proclamas de apoyo incondicional al equipo en un partido dramático. Pero, desgraciadamente, el zaragocismo no juega. Puede ayudar a ganar partidos, pero no marcar goles. Ese es un oficio para el que nació Ricardo Oliveira. Ahora mismo, la salvación del Zaragoza depende de Oliveira más que de nadie.