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Damià Vidagany

La luz del día al escapar de un zulo

Actualizado a

Volvió y convirtió a Mestalla en lo que solía ser. Regresó, el fútbol, como aspecto lúdico de la vida; amalgama única de unión entre los fieles a unos colores, por más que muchas barreras nos separen como individuos. Se sentía el ya casi olvidado sentimiento único de pertenencia a un colectivo: El valencianismo -equipo y afición- vio la luz del día y sonrió tras salir de un zulo anímico, de un agujero de fatalismo cavado a conciencia por Koeman y Bakero (cuánto daño ha hecho esa pareja) y Soler (cuánto bien hará el día que se vaya de verdad). Mestalla pareció llenarse de color, tras cuatro meses en blanco y negro. No vi las tradicionales butacas vacías y no se prodigaron -aunque siempre hay resentidos- los que iban a reventar la fiesta. El buen aficionado sacó a su equipo del atolladero con una exhibición de aliento y cuando el equipo saltó al campo, la Bombonera Xeneize se materializó en Valencia desde el barrio de la Boca.

De nada hubiera valido tanta intención si se hubiera cambiado un carcelero por otro. Voro organizó con armonía y lógica el once, corrigió aquello que obtusamente el holandés había erradicado y mantuvo el único acierto de este último: Juan Mata. A Voro, buena persona y ser extremadamente inteligente, le costó poco darle vuelo a las bandas, reenganchar a Joaquín -qué gran tipo es- y darle bola a Vicente y Edu. También supo leer que en la portería, hacía falta un portero y si era bueno, mejor. Mora asegura dos goles en contra aunque no te chuten. Y apostó con criterio por Cañete. Él y Angulo son los que más destacan -merecían este descargo- pero no son los únicos rescatados. Todo el Valencia ha roto las cadenas y ha salido de prisión.