La llama, en la cima del mundo

La llama, en la cima del mundo

El fuego olímpico ha sido trasladado a pie, a nado y en la punta de una flecha; ha cruzado el Atlántico en la corbeta Princesa y en forma de partículas ionizadas a través de impulsiones codificadas vía satélite; ha viajado por el espacio en la nave Atlantis y descendido a las profundidades oceánicas en un submarino. Entre sus extravagancias no figuraba haber estado en la cima del mundo. Pues ya ha estado. China quiso incluir este punto en el recorrido de la llama hacia Pekín. Subió en un santiamén. Cientos de montañeros intentando todos los años conquistar el Everest, van los chinos, preparan un equipo de sherpas y suben la antorcha en seis horas desde el último campamento base. Pues nos han desmitificado el Everest.

Ya sé que irían con oxígeno, muy a pesar de Sebastián Álvaro, quien considera que contar con esta ayuda en el alpinismo es como doparse en otros deportes; también, que había un montón de gente para hacer los relevos en previsión de que alguien fallara. Pero la llama llegó, que era de lo que se trataba. Quedará para la historia que el 8 de mayo de 2008 el fuego olímpico holló la cima del mundo. Una conquista más en sus logros, lo cual no deja de ser una muestra más de los avances del hombre, que se propone subir la llama tal día como hoy al Everest y tal día como hoy está. Pues muy bien. Ahora que prosiga su camino hacia Pekín en el más largo viaje de su historia: 127 días y 137.000 kilómetros.