La esperanza vuelve en las calles

La esperanza vuelve en las calles

Seamos sinceros. No ha habido ninguno de nosotros que no estuviese esperando el GP de Mónaco de 2008. En una temporada en la que una pequeña elevación parece una montaña, la llegada del circuito más pintoresco de todo el año significa, deportivamente hablando, un acercamiento a lo prohibido para Renault y Alonso, por más que las últimas mejoras les hayan dado cierto juego de cintura a la pareja. La posibilidad de ver al asturiano equiparándose con los más competitivos es un hecho real en el Principado más glamouroso del mundo. Más que nunca, el ganador de las dos últimas ediciones de esta carrera necesita ese aire extra que otorga un trazado dibujado entre raíles de acero, los cuales perdonan muy pocos errores. O ninguno...

Pero cuidado, no nos engañemos. Como ya dijo el propio Alonso, los coches que van rápido en otras pistas también lo hacen en circuitos como Montecarlo. Sin embargo, esta vez la aparición de la lluvia -algo que se da por hecho para el fin de semana- va a brindar más oportunidades de igualdad. Va a dar a cada uno de los veinte pilotos de la parrilla la posibilidad de exhibir su talento y habilidad pura, casi de malabaristas, sobre un asfalto que, cuando está mojado, se convierte en un espejo deslizante. Lo mejor es que todos ellos saben cuánto influye el piloto en Montecarlo. Y cómo es de delgada la línea entre un tiempazo y un golpazo. Del otro lado de la barrera, los espectadores. Agradecidos de generar dentro de sí la adrenalina más pura.