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José Víctor Fernández

Todos estuvimos en El Molinón

Actualizado a

Adiferencia del cine, el fútbol es un espectáculo en el que el final del guión siempre está por escribir. Nunca nadie nos puede contar el desenlace y acudir al estadio no deja de ser una aventura impredecible. Ayer el sportinguismo tomaba los caminos hacia El Molinón convencido del triunfo, pero cruzando secretamente los dedos, conjurando los gafes que podían truncar el camino hacia la gloria. Estaba otra vez tan cerca... Finalmente, la película soñada por Preciado, y por todo el sportinguismo, tuvo final feliz. El desenlace lógico tras una larga y dura temporada. Por fin, en Primera. Entre los grandes, en su lugar natural.

A hora a disfrutar de la fiesta. Ya no importan el mal juego ni las taquicardias sufridas. Quedan dos goles como dos soles que Bilic y Luis Morán nos regalaron. Quedan esas lágrimas del gran Quini y queda esa afición desbordante que cerró una temporada de Guinness. Se le pidió que no invadiera el campo hasta el final para realzar el fin de fiesta con la vuelta de honor del equipo y otra vez estuvieron sobresalientes. Esta afición y la fuerza de Mareo son imparables. Han enamorado y llegado hasta la Eurocopa. Ayer todos estuvimos en El Molinón. Hasta Villa.