El Sabio y el abrazo de Innsbruck

El Sabio y el abrazo de Innsbruck

Luis llegó al cargo con la ilusión de un juvenil y lo primero que me dijo fue que quería lograr "algo grande para mi país". Y me contagió. Sí, yo he sido un 'luisólogo'. Una química que, admitámoslo, dejó de funcionar tras esos días de las malditas connotaciones, del 'si me voy, me quedo', irreconocible para mí en el Sabio. De entonces acá guardamos distancias pero al final he podido ser testigo directo de su ejercicio de cirujía futbolística, el más preciso y grande de la historia del fútbol español.

Y o estuve en el Prater y en el vuelo más alegre de la aviación española pero antes, a pie de escalerillas en Innsbruck, me fui a por él: 'Míster, quiero darle un abrazo'. Fueron ocho segundos, ocho, con los ojos llorosos (los míos), cazados en Cuatro para regocijo de mis compañeros de AS, que me lo siguen restregando. "Tranquilo, Damián, tranquilo", soltó el Sabio. El verano, el abrazo, los ocho segundos y las tres palabras más grandes de mi vida profesional. Gracias, Luis. Y explica en Turquía que el dueño del juego es el dueño del balón y lo del culo pelao...