Desde hace unas semanas ha aparecido un nuevo lanzador en nuestro atletismo: Frank Casañas. Tenemos que ir familiarizándonos con su nombre, porque lo mismo nos da la sorpresa en Pekín. Será difícil que gane, pero no que entre en la final; una vez en ella no hay que descartarle para el podio. Ahora mismo tiene la octava mejor marca del mundo en lanzamiento de disco y los cubanos nacionalizados son magníficos competidores. Recordemos los casos de Niurka Montalvo y Joan Lino, quienes consiguieron como españoles las marcas y los triunfos que nunca alcanzaron como cubanos. Casañas, al igual que sus compatriotas, se ha beneficiado de su carácter de deportista de élite para adquirir rápidamente la nacionalización.

Es verdad que Casañas cumple, como cubano, uno de los requisitos para nacionalizarse, pues lleva casado con una española desde hace año y medio, pero también es verdad que el trámite de nacionalización suele prolongarse durante años. Ahora ya no se aplicará la carta de naturaleza por la cual se otorgaban discrecionalmente nacionalizaciones para ganar medallas -se decía entonces que concurrían "circunstancias excepcionales"-, pero se conceden en tiempo récord si puede haber una medalla de por medio, como es el caso de Casañas, quien hace menos de tres años se quedó en España sin tener papeles. Casañas se ha beneficiado, pero nosotros también de él, aunque con menos descaro de como se hacía antes.