Una noche como la del Borussia...

Una noche como la del Borussia...

Ha llegado el momento de pisar fuerte, de tumbar en su fortaleza a un rival de la nobleza europea (el Zenit lo es) y de chivarle a las casas de apuestas que es normal que el Madrid, pese a lo sucedido en las últimas ediciones de la Champions, sea el segundo favorito para levantar la deseada orejona. La Copa de Europa bebe agua potable cuando el Madrid llama a su puerta. Pero hay que asumir que el rey de la competición más deseada (sus nueve coronas le avalan) lleva demasiado tiempo siendo infiel a la cita con su musa favorita. Desde que Zidane se inventase hace seis años en Glasgow el gol que no se habría atrevido a guionizar ni Spielberg, el Madrid se ha empeñado en dar calabazas a sus fieles con noches turbias y deprimentes como las de Mónaco, Turín, Múnich y Roma. Perder es un verbo que no conjuga con un club asociado a la Copa de Europa como si fuesen un solo cuerpo. Se necesitan...

Por eso toca ganar, ganar y ganar al supercampeón de Europa y la UEFA. Ni Arshavin ni frío ni gaitas rusas. De niño me afilié a la religión blanca por un golazo que le metió Pirri al Borussia de Mönchengladbach desde 42 metros. Año 1976. Empezó el partido 2-0, con los padres de Schuster amedrentando con sus cuerpos Danone, pero aquel Real sudaba sangre y la palabra miedo estaba desterrada del vestuario. El 2-2 final supo a gloria y más ver a 63.000 alemanes abandonar hundidos el Rheinstadion. Esa noche muchos niños supimos por qué éramos del Madrid...