El sábado pasado acudí al Santiago Bernabéu dando un garbeo desde Plaza de Castilla. Bajando por el Paseo de la Castellana, a medida que me acercaba al coliseum blanco, disfrutaba con el ambiente de fútbol. Este es un estadio donde a todo el mundo le gusta venir. Tiene magia. En las inmediaciones del metro de Lima, una alegre concentración de aficionados béticos. Fiesta en verde y blanco. Venían de toda España. Ya lo dice Lopera. "Es que hay béticos en todo el mundo. Hasta en la Luna".

Los goles iban cayendo en cascada, pero el ánimo de esta extraordinaria afición no desfalleció. "¡Ahora más que nunca, Real Betis Balompié!" fue lo más coreado. Estuvo genial lo de "¡Este partido, lo vamos a ganar!". Perdiendo por 6-1, la hinchada del Betis animó más que la del Real Madrid, que sólo hizo fiesta con los dos goles que el Espanyol le marcó al Barcelona. Estos 2.000 corazones se merecían un espectáculo mejor de su equipo. Dentro de un día que el beticismo tardará el olvidar, la lección de esta grandísima hinchada fue emocionante, bonita y sobre todo plena de deportividad.