Braveheart, el espíritu de la cantera

Braveheart, el espíritu de la cantera

Hace unos meses, Sandaza ni siquiera imaginaba que ocuparía estas páginas. Tampoco que sería el objetivo de los fotógrafos, el espejo de los niños, el ídolo de una afición entera. Hace unos meses el Valencia le dijo que se buscase la vida, que le agradecía los servicios prestados, pero que no había hueco para él en Mestalla. Había pasado también por el mal trago de irse cedido, primero al Onda y luego al Puçol, en Tercera. Hace unos meses, exactamente cuando dio el paso de marcharse a Escocia, comenzó su vida futbolística. La misma que otros muchos canteranos han tenido que escoger, a la fuerza incluso, y con resultados dispares. Sólo el fútbol no les deja nunca.

Por eso su impresionante éxito en la tierra del whiski, del lago Ness y de los kirts es también el de todos los que como él han sudado a diario sin recibir una sola oportunidad a cambio. Ser delantero del Valencia es muy complicado para alguien de Toledo. No hay millonarias comisiones de por medio para los intermediarios y su camiseta vende menos que la de cualquier brasileño de poca monta que llegue luciendo coche deportivo y cadenas de oro. Los clubes españoles hace tiempo que dejaron de confiar en los nuestros. Así les va últimamente, por cierto, mientras la Selección sonríe campeona y plagada de jugadores que militan en el extranjero. La paradoja de nuestro fútbol, de nuestros clubes, incapaces de sacar jugo a delanteros como Sandaza, carne de Premier, carne de un grande.