El primer día del nuevo Real Madrid

El primer día del nuevo Real Madrid

Buenos días. Por decir algo. Este es el bloc de notas del optimismo madridista: hoy es el primer día de la nueva vida del Real Madrid. El principio de otra cosa diferente. Un alivio, mire usted por dónde. Porque nadie podrá negar que esta vez ha sido duro de verdad mantener la esperanza. Un día nos iba a dar algo. Hasta aquí llegó la riada. Ha tenido mucho mérito aguantar esta travesía en el desierto que duró hasta que el Barcelona quiso. Y, mil perdones a los que no sepan entenderlo, qué bien le va a venir esta derrota al Real Madrid. Ninguna victoria, ni en este clásico, ni en una hipotética victoria de Liga, habría podido ocultar las graves carencias que tiene este equipo, el mejor de los 19 restantes, sí, pero nada más. A pesar de las heridas de ayer, sería bueno que la victoria blaugrana sirviese para quitar un peso de encima al madridismo, cansado sin darse cuenta de remar contracorriente. Al superar de golpe esta especie de síndrome de Estocolmo (síndrome de Pedro Muñoz, podríamos llamarlo) en el que la mano honesta de Juande Ramos había instalado al equipo y a la afición, se ha gestado una liberación.

El heroico arreón de una vuelta entera no ha caído en saco roto. Rescatado el orgullo, las cifras de récord han permitido que la locura institucional en la que se había instalado el club haya pasado a un segundo plano. El fútbol (el del Real Madrid durante 18 jornadas de Liga imbatido) le ha ganado la partida a la chapuza (institucional, es necesaria la paz presidencial). Hasta ayer, día en el que otra vez el fútbol (el del Barça) ha vuelto a ganar a la chapuza (deportiva, esta plantilla necesita mejorar) que Juande Ramos se había encargado de disimular.