El partido ante el Recreativo era uno de esos partidos que uno marca en rojo en el calendario porque se sabe que no es un duelo más. El de ayer era uno de esos que provocan que estés nervioso horas antes de que comience y que luego vives con más intensidad. A mí el partido de ayer me recordó en cierta manera a otro Osasuna-Recreativo del 4 de junio de 2000. Aquel encuentro también era una final, una fecha marcada en rojo. Los rojillos se jugaban el ascenso a la máxima categoría y el Recre el descenso a Segunda B. En aquella ocasión, la moneda cayó del lado navarro y ayer sucedió lo contrario.

Osasuna se encontró con la derrota más cruel. El empate ya era un mazazo para un estadio que se quedó mudo. Pero el gol onubense en el descuento fue más duro. Supuso volver a ver en las gradas del Reyno ojos vidriosos, miradas de incredulidad y cabezas metidas entre las manos, tal vez para no ver lo que estaba sucediendo. Afición y jugadores abandonaron el estadio hundidos. Pero como dijo Camacho en la rueda de prensa, hay tiempo para seguir luchando y peleando. Para demostrar que Osasuna debe seguir en Primera un año más.