El jolgorio vivido en Cádiz y Cartagena por el ascenso a Segunda debe ser paralelo en intensidad a la decepción que sufren ahora los aficionados de Numancia y Recreativo. La categoría de plata es un cruce de caminos en el que, según de donde vengas, te encuentras exultante o frustrado. Onubenses y sorianos saben muy bien lo que supone jugar ahí y como manejarse en ella. En la última década ambos han saboreado cuatro temporadas con los mejores y cuando les ha tocado descender han sabido encajar la nueva situación con más naturalidad que clubes como Celta, Real Sociedad o Alavés, por poner algunos ejemplos.

En lo que se refiere a Cádiz y Cartagena, sus ascensos tienen un calado distinto. Los gaditanos han dejado atrás el doloroso descalabro de la pasada campaña y han cumplido al pie de la letra el guión previsto para volver a Segunda, recuperando el sitio que les corresponde. Por su parte, los murcianos dejan atrás más de dos décadas lejos de Segunda y una historia deportiva convulsa. Ahora se preparan para compartir categoría y rivalidad con el poderoso Murcia, lo que supone un aliciente más para una categoría siempre interesante.