Piqué se vistió de mariscal

Piqué se vistió de mariscal

Llegó en silencio el pasado verano. Cosas de Guardiola, se dijo. Pagaron por él cinco millones de euros, tarifa de meritorio. Y en verdad lo era porque en el Manchester no había alcanzado apenas notoriedad. Ferguson se debe tirar más que nunca de los pelos viéndole ayer en plan mariscal. Lo hizo todo bien y se echó sobre la espalda la difícil tarea de liderar una defensa en la que faltaban Alves, su pareja de baile Márquez y Abidal. Sacó magníficamente la pelota y se llevó todos los balonazos altos, pocos, que concedió su equipo. Fue el mejor Piqué. El central del equipo campeón de España y de Europa y de la Selección. A su lado, el poco habituado Yaya Touré pareció un defensa de centro de toda la vida.

Defiende como se debe y tiene espíritu de delantero. El primero que corrió a abrazar a Etoo tras el 1-0 fue Iniesta, luego llegó él. Algo parecido pasó en la semifinal de Londres. Es la Champions de muchos importantes; él, Piqué, uno de ellos.