La obsesión que me tortura

La obsesión que me tortura

El caso Xabi Alonso ya pone en peligro mi hombría y mi reputación. Me gusta Xabi desde que jugaba en la Real Sociedad y mi insistencia en su contratación ha sido tanta que habrá quien piense que me llevo comisión, ya sea en forma de cédula impresa o de pinchos en el casco viejo. Pues ni una cosa ni la otra. Es amor desinteresado, y como sucede con el amor galante, temo que mi empeño excesivo tenga un efecto contraproducente, así que he probado últimamente a mostrar un cierto desapego. Sin éxito, debo admitir.

Xabi es la pieza que necesita al Real Madrid desde que en 2004 se planteó su fichaje. Entonces fue ofrecido por 12 millones de euros y estuvo aún más cerca que ahora. Desde aquella frustración personal arrastro un tic que me lleva a explicarlo todo desde la ausencia de Alonso. Falta fútbol porque falta Xabi y si falta orden es porque no está él. He escrito tantas veces sobre el asunto que me preocupa que esta obsesión haya llegado al jugador y le retraiga en algún grado. En ese caso estaría dispuesto a entregarme a Lass como Rick se entregó al capitán Renault en Casablanca. Por el bien de la chica y por el bien de la patria.