'UP' y un puñado de globos

'UP' y un puñado de globos

Viudo, jubilado, viejo. Un candidato perfecto para integrar el ejército de las clases pasivas al grito de "sopitas y buen caldo". Pero Carl no es de los que se dejan encasillar ni meter porque sí en un rebaño donde sestear hasta la siesta definitiva. Carl es un rebelde con imaginaci un tipo peligroso, de esos a los que había que temer, según Lawrence de Arabia, porque son capaces de soñar despiertos. Y para cumplir su sueño, Carl sólo necesita un puñado de globos y algo más de arrojo para emprender una aventura que le llevará a él, a su casa (¿qué mejor medio de transporte que el propio hogar?) y a un par de inopinados compañeros por los cielos del mundo gracias a un buen puñado de globos de feria. No me negarán que se trata de un intrigante punto de partida para una historia. Pues puedo asegurarles que el resto de la película no les va a defraudar. Todo lo contrario. Se trata de UP, la última producción de Pixar, creadores de otras joyas, de Toy Story a Ratatoullie o Wall-e, en la que me han invitado a participar haciendo un cameo de voz en la versión española, junto a Miguel de la Quadra-Salcedo o Matías Prats.

Siempre que me piden participar al lado de Miguel y Matías (y también de mi viejo amigo Luis Varela quien pone la voz al personaje principal), dejo todo y me pongo a su lado, porque representan lo mejor de este oficio al que me dedico. De nuevo, los de Pixar han vuelto a crear una enorme película con los ingredientes habituales: un fantástico guión, lleno de humor, intensidad, emoción y ritmo, y un trabajo de animación cuidado hasta el límite de la perfección, demostrando una vez más que las obras maestras son aquellas que saben poner el cómo al servicio del qué. En el caso de UP ese qué es una vibrante historia llena de sorpresas, una historia de las que se aferran a la memoria. Una de esas buenas películas de aventuras, de las de siempre; dirigidas a todos los que, como me confesaba ayer Miguel de la Quadra-Salcedo, siguen teniendo el alma y la imaginación de niños.

Ver al bueno de Carl, un jubilado como yo o como Miguel -o como Matías si hubiese continuado en RTVE-, y sus compañeros de aventura surcar los cielos en tan singular globo aerostático me ha hecho recordar otros viajes en los que he participado, como aquel en el que cruzamos la cordillera de los Andes a bordo de un globo algo menos rudimentario pero que no impidió que llegásemos a estar muy cerca de nuestros límites. Pero volar en globo es ser pasajeros del viento. Las intensas emociones de quien visita el cielo en estos aparatos aeronáuticos tienen que ver con la quietud, con la soledad, el silencio y la libertad. Es decir, con lo mejor que nos descubre la aventura. Por eso aún sigo acariciando una vieja idea: sobrevolar el K2, también a bordo de un globo. Se lo dije a Miguel y se me quedó mirando fijamente con esos intensos ojos azules que han vivido mil y una batallas: "Quiero una plaza en esa cesta de mimbre". Hay gente que será aventurero hasta el final. Y espero poder compartir ese vuelo y ese sueño hasta más allá de los límites de estratosfera y de la imaginación. No se la pierdan.

Sebastián Álvaro, creador de Al filo de lo imposible.