El Sella es como San Fermín

El Sella es como San Fermín

Casi mil palistas bajando el Sella y trescientos mil espectadores repartidos por los veinte kilómetros de ribera. Las cifras no guardan ninguna proporción, la verdad. Sobre todo porque no se trata de ningún espectáculo deportivo profesional. Pero los encierros de San Fermín tampoco lo son y por cada uno de los dos mil corredores hay cien espectadores. No es la única similitud del Descenso con los encierros. También hay golpes, vuelcos porque en las primeras curvas las piraguas no caben en el río y carreras, muchas carreras, vaya si las hay. No hay más que ver a los de la cabeza. Con la diferencia de que éstos no corren un poquito y se retiran, no. Estos corren sobre el río de principio a fin. Tanto, que ayer el récord del Descenso se pulverizó.

El Sella bajaba ayer fuerte, que por Asturias no ha parado de llover los últimos días. Las corrientes y los rabiones apretaban como los jandilla por Estafeta. La pareja ganadora se quedó a un pelo de bajar de la hora. Rebajó el récord por cinco minutos. Y tras ella, la legión de palistas que no quieren ganar, sino llegar y, con suerte, rebajar los tiempos de anteriores descensos. En esto es igual que en las maratones populares. A la meta hay que llegar aunque sea con el timón roto, con una vía de agua o tras haber sido revolcado seriamente en el rabión del Diablo, ayer más demonio que nunca. Y hay que llegar, además, porque suele ser la mejor vía de salida. Es lo bueno del Descenso: quien sale, llega, salvo auténtico infortunio.