El día en que se anuncia el ganador del Príncipe de Asturias de los Deportes (otorgado este año a Isinbayeva) viene a ser, casi por definición, uno de los días más gratos en el calendario anual de nuestro deporte. Pero esta vez la fiesta se nos ha aguado bastante por la coincidencia con el conocimiento del informe del COI sobre Madrid 2016, que nos ha producido un efecto desolador. Un organigrama enredoso y poca severidad para con el dopaje, nos dicen. Son, por separado, dos juicios severos. Juntos constituyen poco menos que una descalificación en regla. Será un milagro que tengamos Madrid 2016.

Lo del organigrama lo temía. Ayuntamiento, Comunidad, Gobierno, COE... Muchas puertas a las que tocar con las responsabilidades no siempre bien definidas y con muchas películas de espionaje de por medio. Y una dependencia de 'lo político' que a la gente del COI no le acaba de gustar. Actúan un poco como clan familiar, y esta vez no hemos tenido un Feliciano Mayoral, alguien del clan. Y luego está lo del doping, que me duele más. Los esfuerzos de Lissavetzky no han trascendido, por ser quizá escasos (creo que no), por mal explicados (creo que sí) y por algunos malentedidos (creo que también).

Tenemos aún reciente nuestra leyenda de paraíso del doping, lo de Muehlegg y todo eso. Tenemos el fleco suelto de Valverde en la Operación Puerto, cosa que cae muy mal por ahí. Tenemos aún ciclistas que caen con alguna frecuencia y tardan en ser suspendidos más de lo razonable. Tenemos, y se sabe, médicos impunes. En medio de todo eso no fue un acierto la decisión, muy civilizada, es cierto, de restringir el horario de visita de los 'vampiros'. No estamos en condiciones de ponernos a la cabeza de eso. En fin, que con unas cosas y con otras, nos pinchan el globo de Madrid 2016.