Maradona y el balón, Capello y la pizarra

Maradona y el balón, Capello y la pizarra

Maradona lleva a Argentina a la deriva. Le aguantan todavía porque es Maradona, pero les ganó Bolivia por seis, les ganó Brasil en Rosario, les ha batido ahora Paraguay. Y lo peor de todo es que en cada uno de esos partidos Argentina no ha sido nada o cada vez, si se me permite, algo menos. El final del encuentro contra Paraguay, con Palermo ahí metido y a su lado el voluntarioso Schiavi buscando pelotazos a la olla para ver si caía un empate milagroso fue horrible. Schiavi, por cierto, ya no cumple los treinta y seis, pasó por nuestro fútbol rebotando en el Hércules... ¿Ésa es la tabla de salvación?

Y mientras, Riquelme en casa, e Higuaín lo mismo. Maradona fue un artista genial que nunca conseguirá, por extravagancias y errores que acumule, emborronar las maravillas que hizo con el balón en los pies. Pero pensar que alguien que tiene una habilidad las va a tener todas es un error. El futbolista genial no tiene por qué ser un buen conductor de grupos. Que una cosa coincida con la otra puede darse, pero es más bien una casualidad. Además, Maradona ha montado a su alrededor un universo de caprichos y figuraciones que menoscaba su conocimiento futbolístico. Lo que le ocurre no es raro.

Al revés que Capello, que en su día no pasó de ser un jornalero de la gloria. Un gladiador del medio campo, de espalda recta, impecable atención táctica y ninguna fantasía. Pero era, de una vez, tornillo y tuerca en cualquier equipo. Ha sabido trasladar su sólida visión al trabajo de entrenador. No cruzaría la calle para ver jugar a un equipo entrenado por Capello, pero no dejo de admirar su eficiencia como fabricante de resultados. Es un tipo serio, que ve el fútbol de una manera y sirve para algo. Maradona es un genio al que han quitado el balón. Capello es feliz porque en vez de un balón tiene una pizarra.