En busca de la Décima no hay escondites

En busca de la Décima no hay escondites

Madrid, que antes de ser distribución administrativa sancionada por la Constitución fue sucesivamente poblachón manchego, Villa y Corte y rompeolas de todas las españas, con lo que de verdad disfruta es con la Copa de Europa, hoy más conocida como Champions. Madrid tiene dos cosas de las que de verdad presume: el Museo del Prado y el Real Madrid, que precisamente empezó sus copas de Europa por Suiza, donde se enfrentó (y ganó) al Servette. La Familia Real, en el exilio, fue invitada al partido por el Madrid, que nunca fue franquista, contra lo que se dice, sino monárquico.

No asistieron todos, pero sí el Príncipe Juan Carlos, hoy Rey, que en el descanso bajó al vestuario con Saporta, brazo derecho de Bernabéu. El partido iba cero a cero. Don Juan Carlos, poco más que un muchacho, se atrevió a decirle a Di Stéfano que los emigrantes esperaban más. Di Stéfano le mandó con viento fresco, como solía (y suele) hacer con los que se entrometen en sus cavilaciones. Años después lo recuerda con humor. "¡Y ahora es el Rey!", dice, cuando recuerda aquello. Después ganó el Madrid, con gol de Miguel Muñoz. Y ganó las cinco primeras copas. Y luego otras cuatro más.

Ahora vuelve a Suiza, a Zúrich, en busca de la copa perdida. Hace años que el Madrid no pasa de octavos en 'su' copa y eso le ha llevado a la humillación de caer al segundo bombo. Pero el sorteo le fue benigno y este arranque, avalado por aquel precedente histórico, es buena señal. La competición que hoy arranca terminará en el Bernabéu el 22 de mayo. Dentro de doce partidos, me calcula alguien. Bueno, pues éste es el primero. A por él. Cristiano y Kaká son un lujo que nadie puede permitirse. Sus rostros en la víspera denotan felicidad. El Madrid tiene un objetivo indisimulable: la décima. Y no hay escondites.