Dos a cinco. Está muy bien, y está mejor todavía si se tiene en cuenta un factor en el que me cuesta insistir: el arbitraje. Al Madrid le pitaron en contra un penalti surrealista, justo cuando venía de escapársele a Raúl el 0-4, que hubiera culminado una jugada preciosa. El penalti que no era se convirtió en gol y poco después, con el Madrid aún empanado por ese suceso, llegó otro gol suizo, de córner. Eso hizo dudar de la victoria, pero pesó la calidad. Dos goles más y triunfo claro. Pero el Madrid vuelve, además de con los tres puntos, con seis tarjetas. Una barbaridad, porque se llevó las peores patadas.

Platini critica la política de fichajes de Florentino, sin cortarse, así que no me extraña que tal o cual árbitro quiera hacer méritos. Y más si Villar es presidente de la comisión de árbitros de UEFA y FIFA, que lo es. Lo dejo ahí, como dato suelto, por si un día alguien quiere considerarlo. Por supuesto que el Madrid tiene equipo para ganar, y hasta golear, en Zúrich, aunque el árbitro le pinche una rueda. La cambia, y a otra cosa. Pero el problema existe y no se resuelve tan fácilmente como contratando a alguien para que vaya y venga. En los árbitros sólo influye quien les designa. Y con esos el Madrid está a malas.

Va a ser duro el camino hacia la décima. Desde luego, no creo que al Madrid le perdonen nunca en algún campo de Londres cuatro o cinco penaltis. Más bien temo que a la larga le pese la mochila de tarjetas (¡seis ayer, caray!) y que se encontrará más piedras por el camino. Pero tiene unos jugadores de verdad grandes que pueden hacerle feliz. ¿Por qué pensar hoy en otra cosa? De momento, ha dado un puñetazo en la mesa, confirmándose como un gran aspirante. A Cristiano Ronaldo ya le entran las faltas, Kaká enamora, Raúl sigue incombustible... El Madrid pisa fuerte otra vez en su copa.