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Objeto de culto para el madridismo

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En cien días Cristiano ha levantado la polvareda para la que otros necesitan cien años. Es un provocador de emociones, por fortuna casi todas positivas para el madridismo. Su fútbol, sus goles, su carácter, incluso su inquietante lesión conlleva siempre un sobresalto. En algo más de tres meses en el Madrid se reúnen pruebas sobradas para distinguir a Cristiano como futbolista único, digno de los premios y polémicas que le acompañan. Por supuesto, la huella más profunda que deja es la de su juego estelar y de fuerza nuclear.

Cristiano tenía ganas de vestir de blanco. Eso se ve. Llevaba siete meses esperando aquella presentación sideral en el Bernabéu, en la que firmó un pacto ganador con la afición. Por sus ganas, por el compromiso que desprende, se entiende que tiene prisa por justificar los 96 millones de su traspaso. Cristiano nació para ser bandera en este Madrid del siglo XXI y Florentino acertó de pleno ejecutando su compra, porque da esplendor a un proyecto deportivo majestuoso. Cristiano es ya objeto de culto madridista.