Los tipos que votaron en Mónaco el Golden Foot (premio diseñado para elegir al mejor jugador de Europa mayor de 29 años) debían venir cargaditos del Desfile de la Cruz Roja en el que el Príncipe Alberto suele dejar su sello inconfundible. Ronaldinho lleva tres años en excedencia y la temporada pasada se arrastró en San Siro. Un par de golitos de falta, un cabezazo a la escuadra ante el Inter y poco más. Mucha samba en las discotecas de Milán, mucha batucada y poco trabalhar. Raúl, sin embargo, se pasó la temporada remando contra el viento, tirando del equipo cuando Schuster desvariaba, liderando la remontada imposible de la mano laboriosa de Juande y firmando en Sevilla un heroico hat-trick que debía haberle dado tres Golden Foot de una tacada.

Ronaldinho fue un futbolista superior en aquella noche de invierno de hace cuatro años. El Madrid estaba roto por el eje. Pablo García fue el pivote solitario de la medular pese a llegar el día antes desde Australia. Dinho estaba en su techo y convertía en oro todo lo que tocaba. Pero se extravió en la hoguera de las vanidades y en Milán ha adelantado su fecha de caducidad. Le queda el arreón del vago y esta noche aún dará algún susto. Pero esta vez el Bernabéu se pondrá en pie para aplaudir a los suyos. A Kaká maravillao, a Xabi y sus pases liftados, a Higuaín y sus apariciones explosivas, a Casillas volando de palo a palo... Y a Raúl. Su Majestad El Rey. Hoy le toca aplaudir a Ronaldinho. Por cierto, su Barça ya no se come a nadie. Desde Rusia con amor...