Dopaje de estado y tecnológico

Dopaje de estado y tecnológico

Veinte años después de la caída del Telón de Acero, trece récords mundiales de atletismo procedentes de los países del Este siguen vigentes; de natación, ninguno. Algo no casa. El dopaje de estado realizado en aquellos años en la extinta RDA y los países de su órbita es una realidad y se propagó por igual en el atletismo y en la natación. Bernardo Marín, en su libro Dopaje en el deporte, habla de 1.800 científicos encerrados en los laboratorios de Kreischa para producir oral turinabol, una hormona masculina de diseño destinada a ser consumida por ¡10.000 deportistas! de la RDA con la finalidad de llevar su rendimiento hasta el límite. Entre 1968 y 1988, un país de 17 millones de habitantes como la RDA ganó 519 medallas olímpicas.

Algunas atletas han denunciado las atrocidades cometidas. Otras guardan silencio. Como Marita Koch, quien en 1985 corrió los 400 metros en 47.60 segundos. Es un registro tan inalcanzable que, veinte años después, la marca de la mejor atleta de 2009, la estadounidense Sanya Richards, figura en el puesto 22º del ranking mundial de todos los tiempos. En natación, sin embargo, las nadadoras de la RDA utilizaban los mismos métodos que las atletas y sus marcas han sido superadas hasta el extremo de que los 54.73 segundos de Kristin Otto, que fueron récord mundial de 100 libres en 1986, serían ahora la 43ª mejor marca del año. Una pena: los modernos bañadores han desvirtuado las marcas más aún que el dopaje de estado.