Hay que vender, no queda otra

La Asamblea General ordinaria de accionistas del Club Atlético de Madrid Sociedad Anónima Deportiva transcurrió en calma, sin sobresaltos. La patrulla policial que había en la puerta antes de entrar afortunadamente no tuvo que intervenir. Se guardaron las formas y hubo respeto y corrección entre la oposición y los gestores. Existe distancia entre las dos partes, una liderada desde dentro por Fernando García Abasolo. Los opositores consideran que ya no hay tiempo. Ni en el plano deportivo, ni en el plano económico, ni en el apartado social hay posibilidad de mejora y se necesita un cambio de forma ugente.

Los dueños y ejecutivos del club, que no van ya todos a una y empiezan a haber voces críticas entre lo que era un bloque sin fisuras, creen que aún hay margen de maniobra para recuperarse del desastre de lustros de mala gestión. Aseguran que el subidón patrimonial que va a dar la entidad con el nuevo estadio y la nueva ciudad deportiva va a ser tan grande que los atléticos van a recuperar de nuevo el orgullo esquilmado. Pero muchos atléticos ya no se creen nada. Ni se ilusionan porque los dueños y ejecutivos del Atlético han perdido la capacidad de ilusionar a su afición. Desde el Atlético no saben comunicar nada porque la política de comunicación del club es un auténtico desastre, con mensajes múltiples y contradictorios desde varios puntos de la zona noble. Llegado a este punto, sin acritud y sin visceralidad, parece que no les queda otra que vender. Sin malos rollos. Más temprano que tarde. Y al Kun, también.