Cuando el fútbol choca con la fea realidad

Cuando el fútbol choca con la fea realidad

Uno no es experto en política internacional, pero basta mirar el mapa para darse cuenta de que algo raro hay en Cabinda. Ya un amigo guineano me advirtió de que el grupo de Cabinda daría problemas, por la existencia allí de un movimiento independentista fuerte. Se trata de un territorio en la desembocadura del río Congo, que fue protectorado portugués desde finales del XIX, y luego incorporado a Angola deprisa y corriendo durante el proceso de descolonización como un goloso pastel, porque hay mucho petróleo. Un fleco suelto más de los muchos que los hombres blancos hemos ido dejando por ahí.

Angola ha tenido la ocurrencia de colocar allí un grupo, con la mala intención de hacer valer que efectivamente eso es Angola o con la buena intención de hacer participar a aquel territorio de la fiesta. O con las dos mezcladas, lo más seguro. Ahora no parece una buena idea. La Selección de Togo ha sido recibida con ráfagas de metralleta nada más entrar, procedente de la República del Congo, en Cabinda. Un atentado contra terceros sin culpa, contra el equipo de un país participante, un atentado en toda regla contra el campeonato. Tiene mala solución. ¿Se puede jugar así ahí? ¿Se puede improvisar otra sede?

Concebimos el deporte como un 'mundo Disney' en el que todo es feliz, en el que los pleitos quedan aparcados. Así nacieron los Juegos Olímpicos, como Tregua Sagrada. Pero un día chocamos con el tremendo atentado de Múnich y aprendimos que eso no era así, que hacen falta cautelas, protecciones, medidas de seguridad que a veces se hacen agobiantes, pero sin las cuales ya no se puede ir a ninguna parte. Y menos todavía, por lo que se ve, a ese territorio discutido, en el que si no recuerdo mal el Ché Guevara perdió la fe en Fidel Castro. El deporte choca en ocasiones con la fea realidad, aunque no queramos.